Vino Rioja

Los vinos de La Rioja destacan por su sutileza. Sus procesos de elaboración dan al Tempranillo un papel prioritario, porque de hecho, es la variedad más abundante dentro de los viñedos españoles.

Su denominación de Origen se circunscribe a un territorio situado entre las Sierras de Cameros y la Sierra de Cantabria. En ella se da la confluencia del clima Atlántico y el Mediterráneo. A su excepcional ubicación, la riqueza de su entorno y la capacidad de adaptación que posee la variedad del Tempranillo se le unen unos procesos productivos continuamente perfeccionados.

Sin embargo, aunque el Tempranillo adquiere un papel protagónico, lo cierto es que los vinos de La Rioja se caracterizan por su tendencia a practicar el decoupage o ensamblaje. En su composición intervienen variedades autóctonas como el Macabeo, el Graciano o la Garnacha.

Los aromas derivados de la uva autóctona de la Rioja (conocidos como primarios) cuentan con notas especiadas, pero también florales y frutales. Evocan recuerdos de moras, ciruelas negras, frambuesas y bayas rojas y otros frutos del bosque.

Con la fermentación alcohólica se abren paso los aromas secundarios que son variables dependiendo de las condiciones en que dicho proceso se lleve a cabo. Hay un predominio de sensaciones que conectan con los aromas lácticos como el queso o el yogur o la levadura como el pan o la galleta.

Ya durante su proceso de crianza o envejecimiento emergen sus característicos aromas terciarios, que en cierto modo, son los que lo dotan de cierta complejidad. Se componen de matices dulces (asociados a menudo con la miel), florales y herbáceos, pero también amaderados fruto de su contacto con las barricas de roble.