El vino sin alcohol es el que se obtiene mediante procesos de desalcoholizción del vino una vez elaborado, dejando los niveles alcohólicos por debajo del 0.9 %. Se diferencia del mosto o zumo de uva en que al ser fermentado primero y desalcoholizado después, mantiene los aromas, sabores, matices, y en definitiva las cualidades organolépticas del vino tal y como las conocemos.
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Vino sin alcohol, una variante cada vez más demandada.
La tendencia del vino sin alcohol se ha acentuado durante los últimos años hasta el punto de ser considerada una revolución por muchos dentro del sector. Desde la antigüedad el vino ha estado asociado indisolublemente al concepto de alcohol. Y, precisamente esta fractura con el paradigma clásico supone una evolución sin precedentes en la historia de viticultura. El auge de estos vinos está en buena parte motivado por una sociedad cada vez más movida hacia modelos de vida más saludables y el autocuidado.
Aunque el vino clásico es resultado de un proceso completamente natural, hoy existe una tendencia a la búsqueda de bebidas exentas de alcohol por considerarse erróneamente más naturales. Ocurre algo muy parecido dentro del sector gastronómico donde las propuestas exentas de azúcares y grasas son especialmente demandadas. Al final, se tratra de una transición hacia hábitos de consumo más sanos.
La irrupción de estos vinos ha hecho que la bebida sea más universal si cabe, porque se ha hecho accesible también a aquellas personas que por cuestiones religiosas, no pueden consumir alcohol.
Comprar vino sin alcohol: ¿Tiene un sabor diferente al vino tradicional?
La clasificación de los vinos desalcoholizados ha estado sujeta a numerosas polémicas dentro del sector. En muchas ocasiones se han visto asociados al concepto de mosto. Sin embargo, lo cierto es que atraviesan todos los procesos de elaboración intrínsecos en la producción del vino común. La única diferencia es que los niveles de azúcares presentes en la fase de fermentación se ven reducidos para que no se lleguen a transformar en alcohol.
Pero, ¿esto afecta a su sabor? A pesar de que mantienen sus rasgos más básicos, la privación o reducción de azúcares genera modificaciones sustanciales en su perfil organoléptico. Las modalidades desalcoholizadas cuentan con una estructura ni un cuerpo ligeramente diferente. Esto se manifiesta, por ejemplo, en sus hábitos de consumo. Por ejemplo, para una cata óptima los vinos sin alcohol deben contar con una temperatura que se sitúe entre los 4 y 9 grados. Unos índices sustancialmente inferiores si los comparamos con el consumo de vinos tradicionales.
Además la alteración a la que se somete el vino durante su preparación sufre una pérdida de aromatización y sabor que los catadores más experimentados sin duda echan en falta.
En resumen, podríamos decir que los vinos sin alcohol sí experimentan una cierta degradación de sus propiedades que se traduce en una pérdida de sabor, aroma y cuerpo.
Proceso de elaboración del vino sin alcohol
Sus métodos de producción básicos se dividen en tres prácticas que a menudo se complementan entre sí.
La primera de ellas se encuentra ya en la recolecta. Los vinos no alcoholizados son fruto de una vendimia temprana que impide la madurez de la uva y por lo tanto su incremento de contenido en azúcares. Esta recolección se hace hasta prematura en muchas ocasiones para posibilitar una conservación de sus aromas característicos a la vez que se impide su maduración alcohólica. Esta práctica a veces se ve potenciada mediante el uso de uvas específicamente tratadas para reducir su concentración de alcohol.
Pasada la vendimia el modo resultante es sometido a un procedimiento de condensación a temperaturas reducidas. El principal efecto que se genera es la evaporación del alcohol presente durante la fermentación. De este modo se logra una cierta retención de los aromas característicos de la uva.
En último lugar, se suele recurrir a la adición de levaduras de bajo rendimiento. Su presencia supone alteraciones que modifican los efectos de la fermentación.
Es importante tener en cuenta que los vinos sin alcohol en realidad no existen. A pesar de las alteraciones que se introducen en su cadena productiva, siempre queda cierto alcohol residual en su composición. Así pues, es recomendable no sustituir los vinos tradicionales con soluciones no alcoholizadas, salvo limitaciones derivadas por problemas de salud.
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